INTRODUCCIÓN*

 

Ainos era una floreciente ciudad de Tracia Oriental situada en la desembocadura del Hebro1, río que actualmente sirve de frontera entre Grecia y Turquía. El lugar de la ciudad antigua, que se encontraba en el margen izquierdo del río, coincide aproximadamente con el de la moderna ciudad turca de Enez, cuya población después de la marcha de la parte griega en 1922 no sobrepasa los 3000 habitantes2. La acrópolis de la ciudad moderna está ocupada por el castillo medieval genovés de los Gattelusi3, que en su disposición básica se remonta a la época de Justiniano, pero que probablemente incorpora algunos restos supervivientes de la arquitectura clásica anterior. La privilegiada situación natural de Ainos, rodeada de agua en tres lados, le permitía tener una fortificación que la hacía casi inexpugnable, como sabemos que sucedió en la época de Filipo V, quien pudo conquistarla gracias, en última instancia, a la traición de Calimede, prefecto de Tolomeo en la ciudad (Livio 31.16.4 «...Aenum, inde cum magna labore nequiquam oppugnasset»). Asimismo, ya en el Periplo del Pseudo Escílax se destacan de Eno su puerto y las fortalezas (cp. 67). Por lo demás, nos ha llegado la información de que la ciudad fue fortificada por el emperador Justiniano (Procopio de Cesarea, de aedificiis 4.11). En fin, hasta agosto de 1912 el castillo de los Gattelusi se mantuvo en un estado casi excelente de conservación, pero un terremoto destruyó en aquel año una parte importante del mismo.

Según una antigua tradición4, la ciudad de Ainos fue colonizada en el s. VII a.C. por colonos griegos de la región de Eolia: de Alopeconeso primero, y de Mitilene y Cime después. Pero el lugar había sido habitado ya con anterioridad y había tenido probablemente otros nombres. Así, Ainos aparece desde fecha muy temprana asociada con la guerra troyana5. Ciertamente, en la Ilíada se destaca la figura de Píroo el Imbrásida, el jefe de los tracios, que desde Eno se sabe que había llegado para luchar como aliado de los troyanos. Este príncipe tracio dio muerte en combate singular al caudillo aqueo Diores, hijo de Amarinceo, y murió, a su vez, a manos de Toante, el jefe de los etolios (Il. 4.517-538)6. Por otra parte el nombre tracio de Ainos era Poltiobria, según Poltis, el legendario rey de Tracia7. También se le asigna el nombre de Apsintos8, que debe ser puesto en relación con los tracios apsintios que habitaron la región oriental de la desembocadura del Hebro y el norte del golfo de Melas.

De la abundante acuñación de monedas que se produce en la ciudad durante los siglos V y IV a.C. se deduce que en esta época fue un centro económico importante, pero poco se conoce de su historia. Es bien sabido, sin embargo, que después de las Guerras Médicas Eno se convirtió en una ciudad aliada de los atenienses. Así, conocemos por Tucídides que en la Guerra del Peloponeso los de Eno participaron en el bando de los atenienses. En el 425 a.C. enviaron peltastas a Atenas que combatieron en la expedición que bajo el mando de Cleón se llevó a cabo contra los espartiatas de Esfacteria (Th. 4.28.4), y en la expedición a Sicilia del 415 a.C. lucharon contra Siracusa al lado de los atenienses en calidad de súbditos sometidos a tributo (Th. 7.57.5). Posteriormente la ciudad de Eno, junto con la de Maronea, pasó a ser posesión de Tolomeo III Evérgetes antes del 241 a.C. (Plb. 5.34.8; 18.51.5) y ambas ciudades quedaron bajo dominio ptolemaico hasta el 200 a.C. en el que Filipo V de Macedonia las conquistó (Livio 31.16.3-4). Poco después, como consecuencia de la derrota que Filipo sufrió en 197 a.C. en Cinoscéfalas ante el ejército romano al mando de Tito Quincio Flaminino, el rey macedonio se compromete a evacuar sus posesiones griegas de Europa, de Tracia y de Asia. Pero el seléucida Antíoco III se adueñó de las ciudades tracias por creer que Tracia le correspondía hereditariamente. No obstante, con el triunfo de los romanos en 190 a.C. en Magnesia del Sípilo ante Antíoco y en virtud del tratado de paz de Apamea firmado en 189 a.C., el rey Antíoco renuncia a Tracia, y las ciudades griegas que eran libres antes de la batalla de Magnesia –como es el caso de Eno y Maronea en Tracia– lo siguen siendo a partir de entonces. Así, el pretor Quinto Fabio Labeón envía desde Éfeso tres navíos a las costas de Tracia «con orden de retirar de Eno y Maronea las guarniciones de Antíoco, para que estas ciudades disfrutasen de libertad» (Livio 37.60.7)9. Por consiguiente, con la conquista romana Eno, al igual que otras ciudades tracias, conservó el status de ciudad libre (Plinio el Viejo, Historia Natural 4.43, «oppidum Aenos liberum»)10.

Señalemos, además, que entre las listas inéditas de delegaciones que acudieron a consultar el oráculo de Apolo en Claros se encuentra una de la ciudad de Eno11.

En otro orden de cosas, conviene asimismo llamar la atención sobre el hecho de que la posición de Ainos era ciertamente de gran importancia en la región, pues la ciudad no sólo recibía el comercio que bajaba al valle del Hebro desde la llanura de Filipópolis sino que proporcionaba además una ruta alternativa al Bósforo y los Dardanelos para el comercio que pretendía alcanzar el Egeo desde el Mar Negro12. La fundación romana de Trajanópolis en el lugar de Doriscos, en la orilla derecha del estuario del río, cerca de la Vía Egnatia, confirma la importancia que tenía en la Antigüedad la ruta del Hebro.

De esta ciudad se han conservado 28 inscripciones. Conviene señalar en este terreno que las inscripciones de Eno no han sido incluidas hasta ahora en ninguno de los grandes corpora de inscripciones existentes ni tampoco se han recogido en una edición específica, sino que, por el contrario, se encuentran dispersas desde antiguo en varios libros y artículos de muy diversa procedencia y entidad, que en no pocos casos son difíciles de conseguir para el investigador. Este es el motivo que nos ha impulsado a recoger las inscripciones de esta ciudad en el presente estudio, donde incluiremos también las inscripciones de otros lugares relacionados con ella.


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* Deseo expresar mi agradecimiento a M. Vlazaki, Directora del Museo Arqueológico de Chania, y a las arqueólogas Stavroula Markoulaki y Vanna Niniou Kindelí, por el permiso concedido para el estudio de la Inscripción Nº A.6, y a The British School at Athens, la École Française d'Athènes y al Instituto de Filología del CSIC de Madrid por las facilidades dadas para la realización del presente trabajo. Para este estudio véase además Epigraphica Anatolica 32, 2000, 205-207 y Fortunatae 11, 1999 [2001], 55-91.
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1 Los nombres modernos del río son: en griego, Evros; en turco, Meriç; y en búlgaro, Maritsa.
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2 Hasta la evacuación de la ciudad por parte de la población griega existían no pocas iglesias ortodoxas de las que se conservaron un buen número de inscripciones cristianas recientes cuya datación oscila generalmente entre el s. XV y el s. XVIII. Para estas inscripciones, véase, por ejemplo, Papadopoulos-Kerameus, Thrakikí Epeterís 1, 1895, pp.9-11; G. Lampakis, Deltíon tis Christ. Archaiol. Etaireías 8, 1908, pp.4-32; F. W. Hasluck, «Monuments of the Gattelusi», BSA 15, 1908-1909, pp.254-257; Samidis, Thrakiká 2, 1929, pp.279-283; B. A. Mystakidis, Thrakiká 2, 1929, pp.47-64; A. Th. Samothrakis, Thrakiká 15, 1941, p.150; I. Perrakis, Thrakikí Epetirida 9, 1992-1994, pp.71-86.
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3 Eno pasó a poder de Francesco Gattelusi en 1355, al recibirla éste junto con Mitilene como dote por su esposa María Paleologina, hermana de Juan VI Paleólogo (Critobulo, II.13). Francesco Gattelusi envió a Eno como gobernador a su hermano más joven Nicolás. En 1436 los sucesores de Nicolás Gattelusi habían conseguido además el señorío de las islas de Imbros y Samotracia, y en 1453 Mahomet II confirmó en estas posesiones al entonces señor de Eno, Palamedes Paleólogo Gattelusi (Critobulo, I.75).
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4 Éforo (Harpocración, s.v. Ainious), Estrabón VII, fr.51 y 51a.
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5 Cf. Ilíada, 4.519-520. Véase además Plutarco, Moralia 174c.
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6 Toante no consiguió, sin embargo, despojar de sus armas a Píroo, pues los tracios rodearon su cuerpo y rechazaron al etolio. Así quedaron tendidos en el polvo dos caudillos, Píroo y Diores, «y alrededor de ellos se mataban otros muchos» (ibid., vv.532-538).
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7 Cf. Estrabón VII, 6.1, y Estéfano de Bizancio, Meineke, Berlin 1849, I.51-52. Véase además Apolodoro II.5.9.
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8 Cf. Estéfano de Bizancio, loc.cit., y Estrabón VII, fr.51a.
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9 Véase además Livio 39.27-29.
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10 Para más detalles sobre esta cuestión, véase además, p. ej., A Avramea, «Thrace in the Roman Period», en G. Selimis (ed.), Thrace, Athens 1994, p.135.
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11 Véase, p. ej., L. Robert, Les fouilles de Claros, Limoges 1954, p.125, y «Les inscriptions grecques de Bulgarie», Revue de philologie 85, 1959, p.191 nota 2; J. Rodríguez Somolinos, Los oráculos de Claros y Dídima. Edición y comentario, Madrid 1991, p.63.
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12 Para más detalles sobre esta ciudad véase, por ejemplo, F. W. Hasluck, «Monuments of the Gattelusi», BSA 15, 1908-1909, pp.249-257; Sp. J. Sakelariadou, Poleis kai thesmia Thrakis kai Ionías I. Thraki, Atenas 1929, pp.69-73; S. Casson, Macedonia, Thrace and Illyria, Groningen 1968, pp.255-259; J. M. F. May, Ainos. Its History and Coinage 474-341 B.C., London 1950; T. S. Mac Kay, «Ainos», en R. Stillwell (ed.), The Princeton Encyclopedia of Classical Sites, Princeton, New Jersey, 1976, p.22. Las referencias literarias en el mundo antiguo sobre esta ciudad son bien conocidas. Aparte de las ya citadas, cf., p. ej., Hdt.4.90, 7.583, Antipho 5.20, Pseudo Demóstenes LVIII, 37-38 (Delación contra Teócrines), Call.Fr.697, Euph.42.

 


Enez